Soy Quijote

QUIXOTE  Reconozco que tengo una aversión casi alérgica a los topicazos que dominan los movimientos populares –que no populistas, o también-, cuando recurren facilonamente a jaculatorias bien simples que, en muchas ocasiones, son sencillamente un socorrido pareado. La verdad es que, creo, que a lo que tengo cierto repelús es a la masa. Resulta tan manipulable y tan grotescamente estulta que la contemplo lastimosamente, de forma patética, incluso. Y lo digo en todas sus escalas y con independencia de cuál sea el motivo que la aglutina. Bien un acto político, musical o deportivo. Y confieso que he sido borrego de esos rebaños y, consecuentemente, víctima de ese atontamiento colectivo. Lo asumo con sonrojo.

Todo viene, en mucha parte, por la influencia de las redes sociales en nuestros comportamientos del día a día. Desde hace tiempo, una forma de solidarizarse con cualquier acontecimiento luctuoso, consiste en identificarse con la víctima suplantándole la personalidad; por ejemplo, “yo soy Charlie Hebdo”. En primer lugar, a mi me suena mal poner el pronombre “yo” delante del verbo “soy” cuando éste, así conjugado, sólo puede corresponder a uno mismo, por lo que resulta reiterativo y un poco ególatra; sería mas sencillo decir simplemente “soy español”, pongo por caso.

Las sentencias en rima que antiguamente se cantaban en las manifestaciones (“España, mañana, será republicana” o “Se siente, se siente, Felipe presidente”, aún se ven algunas concentraciones aunque cada vez hay menos y sólo nos quedan vestigios de otros tiempos como las del 1 de mayo en las que se recogen marchitos hábitos ya caducados), además de resultar bastante simples y escasamente originales, se sustituyen hoy con estos recursos facilones que imponen a la masa como el de “Yo soy…”

Como digo, la nueva forma de manifestarse son las redes sociales, los ridículos pareados son las suplantaciones de personalidad, nacionalidad o de bandera y la masa, pues la masa sigue siendo igual de manipulable, igual de vulnerable. Los alborotadores siguen siendo los mismos, pero en lugar de esconderse entre la multitud, ahora lo hacen bajo el anonimato viral.

Me pregunto qué pensaría don Quijote si pudiera viajar en el tiempo –ofrezco gratis idea para la serie de televisión “El Ministerio del Tiempo”- y se presentara en la España del siglo XXI. El conocer Facebook o usar Twitter, o jugar al ajedrez con una computadora invencible. O leer sus libros de caballerías en extraños soportes. Propongo al desocupado lector un pequeño juego con el fin de adivinar la veracidad o no de las diferentes reflexiones que el viejo hidalgo pronunciara, en el caso de que aterrizara por estos lares y por estas fechas, aún teniendo en cuenta de que en su época, muchas de ellas, hoy tendrían plena validez.

Del tal manera, frente a los trending topic (pareados actuales), afirmaría: “También, Sancho, no has de mezclar en tus pláticas la muchedumbre de refranes que sueles, que, puesto que los refranes son sentencias breves, muchas veces los traes tan por los cabellos, que más parecen disparates que sentencias.”

Así, al encontrarse los nuevos molinos de producción eólica: “Donde se descubren treinta, o pocos más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer”.

O respecto a las redes sociales: “No son más que un rebaño de merinos, fiel compañero, que balan en lugar de hablar, aunque he visto y oído a nobles de peor linaje con verbo más sumiso y disciplina militar”.

O respecto a los políticos: “ No se trata de quitarles el cerumen de las orejas, impetuoso Sancho, que por eso ni oyen ni entienden, sino de regalarles los oídos”.

Pues eso, soy Quijote –sin el “yo”-.

 

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