Preparen los diferentes talentos de los personajes en una caja abierta al espectador, combinen apropiadamente el aguafuerte social del primero, las gotas amargas de angostura del segundo y el original montaje del tercero, mezclen oportunamente sus inquietudes y obtendrán un cóctel artístico y divertido, pues ambos términos no deben ser excluyentes, al contrario, el segundo puede aportar al primero su vertiente más placentera, aún no exenta de acidez crítica.
La pasada semana se clausuró con gran éxito la exposición del historiador, escritor y artista alcarreño Pedro José Pradillo en la feria de arte madrileña JustMad, en la sede del COAM y que se pudo contemplar anteriormente en el Centro de Ibercaja en Guadalajara. Aunque su rostro tiende más a un corte velazqueño, sospecho que siente una gran debilidad por lo goyesco, no en vano ya mostró sus querencias en anteriores trabajos sobre el maestro aragonés.
Con el sugerente título Besos y Caprichos, el autor se inspira en el genio de Fuendetodos para, por una parte, encontrar las musas de su creatividad y, por otra, dar nombre y contenido a su propia muestra. Así, recoge los grabados que Francisco de Goya pintó a finales del siglo XVIII y ayudándose sobre otras tantas reflexiones de Danilo Kiš (de quien utiliza su apellido para aportar la primera parte del nombre de la exposición; beso), darles forma tridimensional y cúbica con pequeños escenarios, proscenios teatrales en miniatura. En las hasta ahora 28 cajas confeccionadas, la sátira goyesca y la crítica social del escritor serbio catapultan a Pradillo a un reto ciertamente original: como en dos tableros del juego de la Oca separados por dos siglos, el mismo juego en tiempos distintos, adapta sendas conciencias a realidades contemporáneas, o, mejor dicho, a “surrealidades”, porque el artista aporta su desenfrenada creatividad sin acotación alguna, claudicando ante la noble causa y sacudiéndose de cualquier límite racional o, al menos, políticamente correcto. Pero lo hace con gracia, sin transgredir provocativa e innecesariamente (recurso al que, lamentablemente, acuden fácil, socorrida y dócilmente otros colegas).
De ahí su mérito, ya que sus obras proyectan ucronías alternativas que respetan el punto de origen, esto es, trasladan la crisis de valores de finales del XVIII a la de comienzos del XXI. Una pena que en un ”flash-back” cinematográfico, el pintor aragonés no pueda contemplar su propia interpretación en la versión de otro artista del futuro.
Pradillo muestra con frescura y mucha imaginación cómo una caja puede recoger un mundo que por mucho que evolucione sigue sufriendo los mismos pecados de siempre, capitales o no. Por suerte, su ingenio y genio desenfadado nos permite reflexionar y salir de la exposición con una gratísima sensación de haber percibido Compromiso por medio de Arte, ambas con mayúsculas.
Emilio Fernández-Galiano
Delegado en Guadalajara de la Asociación Española de Pintores y Escultores