Décimos de caridad

 

Me pidió la Cofradía de la Santa Vera Cruz y del Santo Sepulcro de Sigüenza un dibujo –el que ilustra estas líneas- para felicitar las Navidades junto a Caritas en una feliz y solidaria iniciativa para los más desfavorecidos. Desde aquí animo a mis lectores se hagan con una tarjeta original por un módico precio. Estas Fiestas se han convertido en algo triste, doloroso, fiel reflejo de una sociedad cansada, aislada y soportando una de las mayores crisis económicas desde, al menos, la crisis del petróleo, a principios de los años setenta. La reluciente nueva clase política del momento -esa que ahora tanto se desprecia por los más despreciables- , y que contaba entre sus ministros con prestigiosos profesionales, afortunadamente aplacó el revés y puso en marcha el mejor periodo de prosperidad y riqueza que España jamás haya gozado en democracia. Lo que ahora llaman el régimen del 78 y que los mismos despreciables quieren aniquilar.

 

Las sombras de la penuria se asoman silenciosas empobreciendo la vida social y, lo que es peor, nuestro estado de ánimo. Los anuncios de la Lotería Nacional –qué error haber prescindido del calvo-, en lugar de vender alegría transmiten amargura, pasillos entre tinieblas de edificios vetustos. Miradas de pena y lágrimas en las mejillas. ¿Pero cómo vamos a comprar décimos sin ilusión? El nuevo presidente de Loterías, un tal Jesús Huerta, es el único feliz de este triste cuento de Navidad, ya que es un personaje que no proviene de la casa ni del sector, es un “paraca” que no conoce otros trabajos que los que hasta ahora desarrolló en la Junta de Andalucía, en sus diferentes niveles. Y ahí está, Mr Scrooge el lotero, que le caen fijos más de 220.000 euros brutos anuales (el triple de lo que gana el presidente del gobierno), sin tener que jugar un solo décimo. Y los loteros ganando un cuarenta por ciento menos que el año pasado, pero a buen seguro el tal Huertas ni se entera.

 

Esta España de sombras a los que algunos quieren volver, ya tuvo su versión previa en tiempos de la preguerra, durante la segunda república -¡qué obsesión de algunos por que vuelva cuando los dos únicos experimentos en la historia española han sido un verdadero desastre!-. Y por entonces ya existía la Lotería, que a buen seguro el tal Huertas desconoce. Le voy a ilustrar un poco.

 

Importada de Nápoles por Carlos III a finales del XVIII, fue un gaditano, Ciriaco González Carvajal, el que creó en 1811 la Real Lotería Nacional de España –base de la actual- para sufragar el erario público sin esquilmar a los contribuyentes, algo parecido a lo de hoy salvo en lo último. Muchas desde entonces han sido las anécdotas vividas por jugadores y afortunados, y hasta de pillos que compraban números premiados para blanquear dinero. Pero hay una historia muy tierna que leí hace días en torno a otro personaje ejemplar.

 

Por todos es sabido que hasta hace bien poco, ilustres escritores apenas podían vivir de su sabiduría. Recientemente desde aquí citaba a Galdós. También Unamuno murió igual de pobre. Ni aceptaba limosnas ni cargos “simulados” que le permitieran un salario –igual que el tal Huerta-. Un empresario vasco, Horacio Echevarrieta, se las ingenió para hacer creer al filósofo que le había correspondido una participación bien premiada y comprada por una sobrina. Sólo así don Miguel aceptó el modesto caudal, supongo que con algunas dudas. Pero le permitió vivir sus últimos años con cierta dignidad. Un buen cuento de Navidad. Décimos de caridad.

 

Feliz caridad a todos mis lectores y a los de Nueva Alcarria.

 

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