Animalismo cibernauta

ANIMALISMOCIBERNAUTA Ya los primeros sabios de los que la historia de la humanidad ha disfrutado, Sócrates, Platón, Aristóteles,  diferenciaban la órbita de la persona, como ser racional, de la del resto de seres vivos, incluidos los animales. Me consta que hay mucha gente que quiere más a sus mascotas que a sus familiares y, no nos engañemos, a muchos les da más lástima ver un perro cojear que cualquier impedido en silla de ruedas. Siempre he tenido especial sensibilidad por el cuidado y defensa de los animales, valoro las muchas asociaciones que hay para su protección –por ejemplo, encomiable la labor que hace mi amiga Eva Santos en Sigüenza con su Asociación para la Defensa Animal (ADA)- y no me he caracterizado por ensañarme nunca ni con un hormiguero. Pero de ahí a invertir los términos de lo racional, cuánta razón tenían nuestros filósofos, va un universo.
Respeto al mundo animal y a la naturaleza -reciclo todo lo que puedo-. Por otra parte, los que aquí me leen saben y conocen mi afición por el mundo de los toros; no es éste el momento de debatir mi defensa por la Fiesta, ya lo he hecho en otras colaboraciones. Pero lo sucedido en las redes sociales tras la trágica muerte del torero Víctor Barrio es digno de análisis y reflexión. Bajo la bandera “animalista” un buen puñado de indeseables se han ensañado, éstos sí, con la memoria del difunto y el dolor de su viuda. El contenido de los mensajes es de una amoralidad hiriente, repugnante, putrefacta. Al hipotético “maestro” –ya me extraña tal condición- , que, como se hace con los presuntos delincuentes, responde a las siglas de V.B.S., le digo parafraseándole que no “bailaré sobre tu tumba ni me mearé sobre las coronas de flores que te lleven, cabrón”, porque además de respetar a la naturaleza y a los animales, respeto al ser humano, por indigno y miserable que sea, como es tu caso. Pero que caiga sobre ti el peso de la ley y el oprobio social.
En este caso la excusa es el movimiento animalista, en otros, presuntas reivindicaciones políticas. Para un denominado rapero podemita, alias “Strawberry”, la Fiscalía de la Audiencia Nacional solicita 20 meses de cárcel por enaltecimiento del terrorismo y humillación a las víctimas en siete tuits publicados en 2013 y 2014. Omito el tipo de mensajes lanzados por el personaje, pero desde reclamar la vuelta de determinadas organizaciones terroristas o hasta vejar la memoria de muchas víctimas, todo en uno y reiteradamente. Se defiende el angelito caído del cielo con que sus comentarios son “fanfarronerías dialécticas”, y se queda tan ancho.
El concejal de la alcaldesa de Madrid, Zapata, varias veces procesado, vuelve a serlo como imputado o investigado por un delito de humillación a las víctimas. Ya recuerdan, lo de los judíos en un cenicero y los repuestos de Irene Villa con las niñas de Alcasser, hace falta ser miserable. No, no vale que son “fanfarronerías”. No vale la impunidad en las redes por hacerse el machito o el ingenioso, o el antisistema, o aunque sea por ser un auténtico gilipollas. Ningún bien nacido es capaz de escribir ese tipo de comentarios.
Antes, los etarras celebraban las muertes descorchando botellas de champán, ahora los nuevos “terroristas de las redes”, porque provocan terror, lo hacen descorchando sus escasos cerebros con lamentables ocurrencias. La sociedad evoluciona y las leyes deben evolucionar. Es necesaria una reforma del Código Penal para tipificar los nuevas conductas de algunos cibernautas, sin necesidad de adaptarlos a una “Incitación a la discriminación, odio y la violencia” para que sean constitutivas de delito, y que el artículo 510 del Código Penal castiga con prisión de uno a tres años y multa de seis a doce meses. Las redes no pueden ser trincheras de delincuentes y sus comentarios no deben quedar impunes. Y el que lo escriba, que lo pague.

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