El general Trump

Ya se sabe que Pavía no entró en el Congreso de los Diputados en su golpe de Estado contra la Primera República. Es un mito divertido.  Por otra parte el apellido del todavía presidente de los Estados Unidos congenia con el de un militar de alta graduación. Ya quisiera en algo parecerse a nuestro general Prim. Y la ridícula escena de entrar en el Capitolio a lomos de un caballo me pareció algo tan surrealista como el personaje que nos ocupa.

Nos despedíamos del 2020 con gozosa esperanza y cruzando los dedos para que no volviera un año tan desastroso. Quién nos iba a decir que el 2021, en una especie de rivalidad celosa, se estrenara con una especie de “tejerazo” en… ¡Estados Unidos de América!, tan demócratas ellos. Y para colmo, en lugar de un inspirador año de bienes nos viene la nieve en forma de Filomena, que parece un personaje de Torrente Ballester pero a lo bestia. Siempre la realidad supera la más creativa de las ficciones, pero a uno ya no se le pueden ocurrir más acontecimientos que alteren tan sorprendentemente la cotidianeidad de nuestras vidas. Desde la Segunda Guerra Mundial, nos hemos pasado tres cuartos de siglo bostezando y en poco más de un año nos ha sacudido/zarandeado la realidad de una supremacía natural tan enorme que nos deja a nuestra especie en casi insignificante.

La alteración del orden natural de las cosas, en contraposición al derecho natural y sus otras dos alternativas, el divino y el positivo, es algo que, por esencia, nos descoloca, nos obliga a recapitular y tomar medidas, todavía aturdidos, para intentar recomponer esas cosas alteradas. Podría rebatirse que lo de Trump no es algo natural sino volitivo, que depende directamente de la persona y sus actuaciones. Pero no olvidemos que Trump se cree, en un misticismo propio de los emperadores romanos, un ser superior al que los dioses le han abandonado arrojándole una pandemia que le ha impedido renovar un mandato presidencial.

En menos palabras, el ya próximo ex presidente, se envolvió en un populismo que tan pronto le dio una presidencia como tan pronto se la ha quitado, quedándose sólo con el derecho al pataleo. Antes, al populismo se le llamaba extremo, o extremos, ya fuera de derechas o de izquierdas, manteniéndose el adjetivo geográfico en el mismo término: populismo de derechas, populismo de izquierdas.

Conforme a las teorías de Le Bon y Freud, el individuo es racional pero convertido, incorporado, a la masa se vuelve en irracional derivando a conclusiones sobre la superioridad racial. No hay nada como ver el comportamiento del público en un estadio a reventar para entender que la masa embrutece y de ella algún listo se aprovecha para teledirigirla.

En resumen, que prefiero tres cuartos de siglo bostezando pero progresando, que rendirme a iluminados que pretenden llevarnos como a rebaños sobre la gélida estepa nevada por Filomena.

 

 

 

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