Javier Sanz Serrulla

JSANZSERRULLA2Hay personas que en la vida te impactan desde bien pequeño. Y a pesar de que desvelaré aquí curiosidades que, me temo, a nuestro protagonista no le van a resultar de su total agrado debido a su carácter prudente y educado, la veracidad y autenticidad de una trayectoria, lo merecen. Reconocí a Javier Sanz (en Sigüenza nos conocemos todos, por eso digo que le reconocí) en el mítico “El Molino” de Sigüenza, vanguardia de la vanguardia madrileña, donde Marcos López barnizaba de futuro y tolerancia una sociedad todavía acartonada. No, no me malinterpreten, el entonces estudiante de medicina, tutelado en esa época por el doctor don Emilio Blanco, no era un transgresor en el garito, al contrario, inspiraba paz y calmaba muchos ánimos. Verle cruzado de brazos asintiendo o negando como un prócer cualquier incidencia que pretendiera alterar la policromática convivencia, no era sólo ejercicio de liderazgo, sino de sabiduría.

A partir de ahí descubrí en la persona el alma del amigo, que por fortuna para mí la abrió conmigo sin matices. A pocos meses de casarme le pedí que esculpiera mi mejor sonrisa, pues una inoportuna caries amenazaba el feliz acontecimiento. Ya lo creo que lo consiguió y se lo agradecí con un vino del que espero conserve alguna de las botellas, porque hoy ya valdrán mucho más que entonces, como nuestra amistad. No tanto por el líquido elemento, sino por su etiqueta. Y se lo agradecí con vino porque no me quiso cobrar, como a una infinidad de pacientes. Bendigo al destino y a su capacidad su condición de funcionario (no en vano fue número uno en su oposición), pues de haber ejercido la medicina de forma privada su generosidad le hubiera obligado a malvivir.

Aparco hasta aquí el factor más personal, intentaré sacudirme de él, pues no pretendo que este artículo suponga un panegírico. Javier Sanz Serrulla estudió medicina en la Complutense, bajo la batuta del doctor Pérez, insigne pediatra que pronto le acogió como uno de sus alumnos preferidos. Por esa especialidad encaminó sus primeros pasos hasta derivar al mundo de la odontología y estomatología, bajo otra batuta, en este caso la del doctor Toledano. Su erudición fue transformándose en sucesivos doctorados en distintas especialidades, incluyendo la de Historia.

Con algunas presencias profesionales en Sigüenza, ejerció en Madrid su vocación médica hasta incorporarse a la Real Academia Nacional de Medicina como director de su Museo (fue nombrado al poco tiempo Académico Correspondiente). Desde su nueva responsabilidad ha dinamizado las actividades culturales y testimoniales de la Academia con un interés y dedicación desbordantes. Últimamente persigue con ahínco aglutinar todo el legado de don Santiago Ramón y Cajal y poder conservarlo y exponerlo como merece el principal científico español de todos los tiempos. Sanz Serrulla parece haber mimetizado lo que otra eminencia, don Gregorio Marañón, estimulaba: “La verdadera grandeza de la ciencia acaba valorándose por su utilidad”.

Los méritos y títulos de Javier Sanz son muy numerosos, citaré algunos por no alterar su pacífico espíritu: Doctor en Medicina y Cirugía, Doctor en Odontología, Especialista en Estomatología, Médico Puericultor, Magíster en Bioética, Profesor de la Unidad de Historia de la Medicina de la Universidad Complutense, Director del Museo de la Facultad de Odontología de la misma universidad, Diplomado universitario en Manifestaciones Culturales, Museos, Exposiciones científicas, Marketing y Comunicación por la Universidad de Valencia. Socio fundador y Presidente de la Sociedad Española de Historia de la Odontología. Miembro de la American Academy of the History of Dentistry. Medalla de la Société Française d’Histoire de l’Art Dentaire. Ha recibido igualmente numerosos reconocimientos entre los que destacan el “Premio científico anual” del año 1993, del Consejo General de Colegios de Odontólogos y Estomatólogos de España, o los premios de la “Fundación San Nicolás” y “Juan Pedro Moreno” de la Real Academia Nacional de Medicina correspondientes a los años 1994 y 2002.

Con todo, me quedo con la persona. Si me apuran con el amigo. JaviSanz, así le llamo porque le considero un hombre de una sola pieza con nombre y apellidos, creció en una familia honrada y trabajadora, la de tantas de esa gran clase media que tanto ha hecho prosperar a esta España tan rácana con sus mayores y enrarecida por sus jóvenes. Pienso que terminó por estudiar medicina porque en su intimidad consideraba que su padre hubiera merecido lo mismo. Don Andrés hoy brindará contigo, querido Javier.

Los que hayan llegado hasta aquí leyendo estas líneas pensarán que nacen de la debilidad o el afecto incondicional. Apelo a que coincido con el nuevo académico en nuestra común afición por el arte, y especialmente por la pintura, el dibujo y la caricatura (memorable su obra “150 años de Caricaturas Médicas”, de la que es coautor junto al también académico y presidente de Honor del docto templo, don Manuel Díaz-Rubio), por la fotografía y por la cosa de escribir, que él ejerce con una maestría admirable y envidiable –de hecho, es artífice de innumerables publicaciones y artículos periodísticos-. Y coincidir, hasta por el hecho de que los dos hemos sido porteros de fútbol, esa condición solitaria, irracional e incomprensible que tan bien relató en su libro “Héroes bajo palos”.

Con el orgullo de quien puede alardear legítimamente –que no lo hará-, don Javier Sanz Serrulla acaba de ser nombrado Académico Electo de la Real Nacional de Medicina. El pasado, en mi caso, tuvo la generosidad de convertirme en nieto y sobrino de otros dos miembros de la misma Academia, mi abuelo Emilio y mi tío Dimas. Agradezco que el presente siga siendo tan generoso conmigo al tener entre mis buenos amigos a un miembro de esa magna Institución. Alzo mi copa por ti y los tuyos, excelentísimo JaviSanz.

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