Tiene aspecto de entre alquimista medieval y maestro despistado. La sencillez reservada a los elegidos esconde, sin embargo, a un gran artista. La Sala de Arte “Antonio Pérez” de Guadalajara, acoge durante estas Navidades y hasta el 18 de enero una magna exposición del cincelador seguntino Mariano Canfranc Lucea. Magna por el número de obras que se muestran, un amplio repertorio de sus trabajos incluyendo los más recientes. Magna por el arte que desprenden y que el espectador percibe. El cincel de Canfranc bordea, esculpe, moldea, mima el metal hasta obtener con elegancia desde un rincón de Sigüenza hasta el desnudo de una mujer. Es un creador en toda su dimensión. Los pintores nos enfrentamos a la tela con la textura oleosa de los colores utilizando la suavidad de un pincel. No puedo esconder mi admiración cuando contemplo cualquier obra de este orfebre en las que se descubre, más que el metal precioso, la preciosidad de un metal. E imagino la paciencia que obliga el medio y me cautiva el resultado obtenido.
A Mariano le conozco de siempre, pues en Sigüenza, más o menos, nos conocemos todos. Pero en los últimos años ha tenido la gentileza de incorporarme a un selecto grupo de ilustres e ilustrados personajes que se reúnen, nos reunimos, una vez al año cuando se asoma el otoño, en los talleres del gran cincelador. Y allí, rodeados de la magia de su arte y de su oficio, y alimentados por un delicioso almuerzo castellano, departimos sobre nuestra Ciudad, compartimos nuestros miedos y sembramos nuestras esperanzas. Y el anfitrión, además de acogernos, premia a alguno que se lo haya merecido. Además de artista, generoso y emprendedor.
No es una casualidad que Mariano sea uno de los escasos cinceladores que quedan en España, acaso Canfranc Lucea también sea uno de sus últimos prohombres.
Emilio Fernández-Galiano