No lo tenía previsto, ni programado, ni tampoco lo había contemplado. No se trata de que el ávido lector me pille en una contradicción. Me explico; en mi anterior colaboración en Nueva Alcarria demandaba al gobierno de la Nación una mayor implicación en el ámbito de la cultura. Principalmente por no atender dos compromisos que en mi opinión son esenciales para hacer llegar al gran público cualquier manifestación cultural, y solicitaba con claridad la rebaja del IVA que afecta al cine y al teatro, principalmente, a uno reducido como el que se aplica a eventos deportivos o a la asistencia a museos y exposiciones. De igualmente, reclamaba con una casi ingenua aspiración una ley de Mecenazgo que atendiera como es debido el potencial artístico español, que sin lugar a dudas es excepcional.
Y ahí quedó para dermatólogos del papel escrito o controladores de la red. Tal vez por ello, y con la misma independencia, no reparo en ahorrar elogios para ensalzar y felicitar al Ayuntamiento de Guadalajara por haber recuperado un espacio, uno más, al ámbito del arte. La rehabilitación del antiguo Matadero, más bien la transformación, para convertirlo en un magno templo destinado a acoger las inquietudes de todos los artistas, no sólo ha sido un merecido homenaje a uno de nuestros mayores exponentes, como es Francisco Sobrino, sino una apuesta definitiva por elevar a nuestra ciudad a niveles de excelencia. En este sentido, Antonio Román ha demostrado una sensibilidad especial por el mundo de la cultura y el arte. No en vano, bajo su mandato ha multiplicado por cinco el único recinto que para estos fines existía cuando llegó a la alcaldía. En esa misma inquietud, Román también resolvió el que la obra del gran artista recientemente desaparecido, Carlos Santiesteban, fuera patrimonio de todos.
El nuevo Museo Francisco Sobrino es, sin paliativos, brillantísimo. En agosto del pasado año tuve la suerte de que me invitaran a exponer en el Kursaal de San Sebastián, en la primera Feria Internacional de Arte Contemporáneo. Pues bien, respetando las particularidades y distintas proporciones, puedo asegurar que lo rehabilitado en memoria de Sobrino, puede considerarse como una de las más bellas y modernas sedes que en España puedan acoger los mejores eventos artísticos. Va siendo hora que nos sintamos orgullosos de nuestros valores y nuestros empeños, sacudidos de cualquier connotación política.
Sería injusto obviar la labor del estudio de arquitectura de Pablo Moreno Mansilla, que ha sabido conservar la memoria adaptándola a una elegante y moderna diafanía, propicia para acoger y exponer. Para ensalzar lo que allí se exhiba o se cuelgue –vaya lujo-. Claro, que todo esto no habría sido posible sin la singular gestión y coordinación de Pedro José Pradillo. Este hombre me asombra porque rezuma arte a borbotones. Es bestial; cuando habla no es su mente, es un corazón desbocado que figura, boceta, recuerda, cita, elogia, admira y termina por cautivar al más templado. Y doy fe que en cada aventura en la que se sumerge no sale a flote hasta que esté felizmente consumada.
La asistencia a la inauguración de Mª Dolores Cospedal, podría entenderse como un guiño electoral. Incluso siendo así me pregunto quién prescindiría de mejor ocasión. A ver si entre todos somos capaces de catapultar a Guadalajara como una nueva referencia en el mundo de la cultura y del arte. Tenemos meritorio pasado, contrastado presente y un futuro que tenemos que empezar a ganar desde ahora mismo. Y el nuevo Museo Francisco Sobrino es el mejor botón de muestra. Alardeemos.
Emilio Fernández-Galiano